Después de 8 horas de vuelo nocturno que me lleva hasta el Mar de Japón, llego a Vladivostok a las 10 de la mañana hora local, realmente las 3 de la madrugada en Moscú y la 1 en España. El aeropuerto está a 50 kilómetros del centro de la ciudad pero el taxi es barato, unos 22 euros.
Entre otras cosas, esta ciudad destaca por ser una base de la Armada rusa, algo razonable por su estratégica situación, tan cerca de Corea de Norte, China y Japon.
Hoy es Domingo y se nota. En la plaza de la Revolución, junto a su catedral aun en obras han instalado una zona de patinaje, muy popular en el pais, y además hay mercado callejero.
El pescado, como no podía ser de otra forma, está congelado, quizás por los 5 grados bajo cero del momento.
La ciudad está situada en una especie de península con un litoral muy irreguar. Al venir desde el aeropuerto junto a la costa Oeste, el mar estaba absolutamente congelado y por ser festivo estaba lleno de gente, más de mil personas seguro, con su respectivo agujero para pescar. Incluso había algún coche sobre el hielo. No he podido hacer fotos porque el taxi iba rapidito y la valla de seguridad de la autopista no me lo permitia... Además no parecía conveniente abrir la ventanilla....
Pero desde muy cerca de mi hotel si podía observar esta playa, también daba al Oeste, que aunque no la utilizaban para pescar, si algunos aprovechaban el momento para andar sobre ella. Había visto algún lago helado, pero nunca hasta ahora el mar congelado.
Este puente suspendido une la península con la pequeña isla de Russki, tomadas desde lo alto de una pequeña colina a la que se accede con un viejo teleférico y es que la ciudad está llena de estas pequeñas colinas a las que también se accede a través de la multitud de escaleras que tiene la ciudad. Desde arriba se ve todo lo que el tiempo permite ver del extenso puerto, el más importante del Este de Rusia.
Al día siguiente amanece con una nevada, ligera pero continua, que dura hasta bien entrada la tarde y que cubre todo de blanco. La temperatura cae hasta -10 grados con sensaciones térmicas de hasta -20, pero salvo en la cara, con tres capas de ropa puedes pasear y hacer vida normal. Obviamente no es recomendable sentarse en un banco de la calle para ver pasar la gente porque el viento te dejaría helado en unos minutos.
El puerto se mantiene sin congelarse y los barcos pueden seguir su ruta. Esto no es el Ártico y aunque se pueden ver bloques de hielo en las orillas parece ser que se forman sólo donde hay escasa profundidad.
La ciudad en sí tiene mucho encanto, es cierto que no tiene ningún monumento que llame la atencion, pero lo cierto es que es agradable y está llena de turistas, en su mayoría coreanos y chinos que están a menos de una hora en avión, que llenan los restaurantes por la noche hasta el punto de tener que hacer cola para acceder a los más populares.
Había que probar la auténtica comida rusa, al menos la de esta zona. El problema es que salvo en los hoteles muy poco gente habla inglés y los menús en general están solo en ruso. En este caso era un restaurante típico tipo bufet y me he guiado por la vista, con un buen resultado final, aunque no tengo muy claro que tipo de verdura y carne he comido.
Ya por la tarde he ido hasta la Estación de trenes de la ciudad, punto de partida de El Transiberiano, el mítico tren que cruza el país con un recorrido de 9.500 kilometros, el más largo para un tren de pasajeros del mundo. Mi tren partirá a las 19,10 con destino Irkutsk.