domingo, 5 de enero de 2020

De Irkutsk a Krasnoyarsk


Abandono Irkutsk y el Lago Baikal y salgo por la tarde en un trayecto de algo más de 18 horas que me lleva hasta Krasnoyarsk, una ciudad que supera el millón de habitantes y que marca la teórica frontera entre el Este y el Oeste de Siberia aunque aún a la altura de Mongolia.

Obviamente las ciudades y los pueblos siempre están cerca de las vias del tren y las carreteras y supongo que más allá no debe existir mucha vida, pero lo cierto es que se atraviesan más localidades de las que yo esperaba y en los 1.087 kilometros de esta travesia, al menos mientras hay luz, se pueden observar muchas instalaciones industriales y lo que parece ser una planta gasista, con sus correspondientes gaseoductos. 


Este tren es el único de los que cojo que no son de los "Premium". Son igual de confortables, solo que no tienen wifi, o está vez no funcionaba, y los baños son algo más pequeños y antiguos, también los vagones se ven algo más viejos, pero practicante igual que los mejores.


El vagón restaurante tiene barra al fondo y no es precisamente elegante pero si moderno. La carta viene en papel en lugar de en papel plastificado aunque viene a tener los mismo. 



 
Aunque te dan una cena en una cajita, ésta no es de gran calidad y prefiero siempre ir al vagón restaurante que por entre 10 y 15 euros te tomas un par de platos de la carta y una cerveza, además de estar mucho mas cómodo.

Mi menú de esta noche está compuesto por arenque ahumado con cebolla y unos huevos revueltos con una especie de jamón. El arenque me ha gustando mucho.


No había demasiadas paradas y esta en Zima, era la única larga antes de irme a dormir. En estas paradas además de subir y bajar pasajeros las aprovechan los pasajeros para salir, estirar las piernas, fumar y sobre todo comprar en  las pequeñas tiendas algo de comida y bebida, que es más variada y barata que la que venden el el restaurante del tren.


Está es una de las tiendas. A mi me vieron cara de turista y compré un Mágnum en una de
Ellas por 100 rublos y un Kit Kat en otra por otros 100 rublos también, pero como no es mucho dinero  tampoco me preocupé demasiado.



Llegada a la Estación de Krasnoyarsk puntualmente a las 9,35 como estaba previsto y es que los trenes rusos son muy puntuales.

Como es pronto me voy andando al hotel ayudado del Google Maps ya que son solo algo más de dos kilómetros y apetece andar. Paso por la Plaza de la Revolucion con sus edificios de la era soviética y la figura de Lenin indicando la dirección a seguir.


Tras hacer el check-in pasadas las 10, me dirijo hacia el río que está a escasos metros de alli. Por el camino me encuentro con otro Mercado Navideño y es que estoy en pleno centro. Como siempre un enorme árbol de Navidad.

Al parecer los toboganes de hielo son tendencia y éste en particular, de doble carril, ofrece una bajada a gran velocidad por una pista de unos 80 metros.


También encuentro figuras de hielo, de nuevo nada espectacular, pero ahora algo más bonitas y más numerosas. Llama la atención que han creado una vaya de hielo en el recinto.


La ciudad no es nada del otro mundo y por lo que vé, se desarrolló después de Irkutsk porque los edificios anteriores al siglo XX escasean. En una visita al Museo más importante de la ciudad, una de las apasionadas guías me ha comentado, en ruso, las riquezas de la zona. Obviamente solo he entendido algunas palabras que suenan más o menos igual en español o en inglés, como Oro, Níquel y Aluminio y si es cierto, por lo que he leido, que destacan por la fabricación de aluminio, lo que provoca cierta polucion que yo no he visto. En todo caso Siberia parece ser una fuente inagotable de recursos para el país. 


El río Yenisey es enorme como todos los de aqui. Es navegable y a su alrededor se concentra todo lo interesante de la ciudad, por lo que  es fácil recorrerla a pié en una mañana.



Este barco-museo, al que no he subido, tiene camarotes en los que ha viajado el Zar Alexander III y Lenin.



Las cafeterías de estilo americano están muy de moda en toda Rusia. Una de las cosas que también me está sorprendiendo del país el la utilización de tarjetas de crédito en los pagos de cualquier importe, mucho más que en España.


La iglesia de la Resurrección, de 1930 es una de las dos más importantes de la ciudad. Elegante pero nada espectacular.

Este cartel es el equivalente a nuestro "STOP", en este caso en la calle Lennin, que como no podría ser de otras forma es una de las más céntricas. Como parece ser habitual la más importante y comercial es, de nuevo, la calle Carlos Marx, que por cierto es donde está mi hotel.



La catedral es del siglo XVIII y debe ser uno de los edificios más antiguos de la ciudad. 

Brigadas de limpieza de nieve en las acera.